Open Government. La larga marcha
La primera cuestión es delimitar el concepto de Open Government
–oGov-. En una primera aproximación, es un modelo de relación de las
AA.PP. y sus gestores con los ciudadanos basado en la racionalización de
los procesos administrativos, la transparencia, la accesibilidad y la
receptividad.
Si hacemos un poco de historia, desde el famoso manifiesto de David Osborne y Ted Gaebler: Reinventing Government,
en el que se planteaba la necesidad del Estado y que una sociedad
civilizada no puede funcionar sin un gobierno eficiente; que la gente
que está en el gobierno no es el problema, lo son los sistemas en que
trabajan… los intentos de racionalizar la operativa de las AA.PP. y sus
relaciones con los ciudadanos con las tecnologías de la información y
las comunicaciones se remonta a la época de la apertura de Internet a la
sociedad y el desarrollo de los discursos sobre Autopistas de la
Información, Sociedad de la Información y otros.
Un botón de muestra: cuando en el informe “From Red Tape to Results Creating a Government that Works Better & Costs Less Report” y la iniciativa “Reinventing Government Online en el marco del programa National Performance Review
del año 1993, liderado por Al Gore durante la Administración Clinton,
se establecieron las bases para transformar un modelo de administración
burocrática construido bajo los postulados dominantes en el siglo XIX,
a un modelo de administración electrónica -eAdministración- flexible,
interactiva y accesible por la Red.
Desde que se lanzó la iniciativa de Al Gore, hasta hoy, ha llovido
mucho, las iniciativas han proliferado –eEuropa o INFO XXI: La sociedad
de la información para todos, entre otras- y hemos vivido algunos
cambios. Es cierto que en los últimos 15 años se han producido avances,
no los suficientes en mi opinión, en la implantación de servicios online
de tramitación para los ciudadanos y se van consolidando iniciativas
legislativas para facilitar el desarrollo y la implantación de éstos,
por ejemplo, en nuestro país la Ley de Acceso Electrónico de los Ciudadanos a los Servicios Públicos (LAECSP).
Hoy, en los discursos sobre una Administración más abierta se impone la meme 2.0. En una entrada anterior, decíamos que la “Web
2.0, como filosofía, es una postura mental, una actitud, una forma de
concebir las relaciones y compartir la información y el conocimiento y,
por tanto, se entiende que cualquier actividad con el sufijo 2.0,
debería compartir dicha postura mental”.
Y el concepto de oGov se alinea con la meme 2.0. Javier Llinares, en su blog, publicó una excelente entrada: Open Governement Transformation,
donde analizó el concepto desde distintas perspectivas. De su entrada
retomo dos de los principios básicos que se manejan en dicho concepto:
- Administración Transparente: En el sentido de que las AA.PP. aún siendo valedora de la veracidad y la integridad de la información que maneja, no es propietaria de ésta y, por lo tanto, debería poner sus datos a disposición de la sociedad para que cualquiera pueda interactuar mediante el uso de aplicaciones sobre dichos datos, de tal forma que el concepto de servicio público quede liberalizado. Es obvio que este principio de transparencia no implica liberar el acceso a datos personales y privativos de los ciudadanos o aquellos datos que puedan ser considerados sensibles para la seguridad o los intereses del país.
- Administración Conversacional: Las AA.PP. deben abrirse a los ciudadanos, entablar una conversación con el fin de escucharlos y tomar decisiones basadas en sus necesidades y preferencias, que facilite la colaboración de los ciudadanos y funcionarios en el desarrollo de los servicios que presta y que comunica todo lo que decide y lo hace de forma abierta y transparente.
Asimismo, señalar que en el desarrollo del oGov podemos considerar
que, hoy en día, aunque las tecnologías de la información y las
comunicaciones son un elemento clave, son herramientas e
infraestructuras meramente instrumentales, más bien triviales en el
momento en que una parte importante de la sociedad se han apropiado de
ellas y todo el mundo las considera como algo natural.
Pues bien, de acuerdo con estos principios básicos del oGov, es decir una Administración transparente y conversacional.
La pregunta que nos hacemos es: ¿Cuál es el avance del oGov en nuestro
país? Y la respuesta, en mi opinión, es bastante desalentadora, porque,
por el momento, quien lidera las iniciativas 2.0 son algunos ciudadanos,
nativos o emigrantes digitales, que están interiorizando dichos valores
junto con una avanzadilla que actúan como fuerza de transformación.
Una avanzadilla de profesionales del sector privado y del sector
público que actúan como evangelizadores o guerrilleros 2.0. Unos
calificativos que no los aplico en plan despectivo, ya que yo mismo me
considero un evangelizador que lleva más de 20 años dedicado
profesionalmente a llevar el mensaje de las bondades de la
transformación por esas tierra de “paganos”.
Por el momento, las iniciativas son escasas, a pesar de lo mucho que
se escribe sobre el tema, más bien testimoniales, y es debido a dos
motivos:
- El primero, el más fundamental, es que los poderes económicos y políticos, aquí y allá –efecto globalización ideológica- lo único que persiguen, en estos momentos, es integrar dichas tecnologías en sus procesos de dominación y control, eso si, cambiando o más bien maquillando algunos comportamientos para que nada cambie.
- El segundo, en nuestra realidad más próxima, es el bajo nivel de confianza que la clase política hegemónica deposita en los ciudadanos. Una clase política donde, salvo raras excepciones, domina la mediocridad, con unas estructuras de partido monolíticas y con una férrea disciplina –el que se mueva no sale en la foto-, sin una visión de país –con proyección de futuro- y que únicamente se dirige a los ciudadanos una vez cada cuatro años en busca de su voto con una “conversación” unidireccional -«mitinera»-, y que, cuando gobierna, si hay algo que no practica es la transparencia.
El camino hacia el oGov, será largo, muy largo. Se requieren grandes
cambios políticos y sociales para asentar una cultura donde dominen los
valores de una democracia verdaderamente participativa, tanto en los
gestores de lo público como en los ciudadanos, para garantizar los dos
principios fundamentales de oGov: Transparencia y Conversación. Algo que
suena, hoy por hoy, a utopía.
Considerando que las grandes transformaciones sociales, económicas y
políticas siempre se han producido por amplios movimientos sociales que
van tomando conciencia de la necesidad de dichas transformaciones, pues
eso, los “evangelizadores” tenemos que seguir llevando, en una larga
marcha, nuestro mensaje a todos los rincones y consolidar espacios,
aunque sean pequeños, donde se puedan desarrollar los principios
fundamentales de un oGov.
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