Día 80: La Nueva Normalidad, #SalimosMásFuertes

Domingo, 31 de mayo. Son, 80 días son, 80 nada más… desde que empezó el confinamiento. Me siento como Willy Fog dando la vuelta al mundo, en mi caso, a mi mundo, pensando que el truco es sonreir porque, como decía la canción, aunque todo vaya mal, las cosas cambian al final. Pues eso, en este país de países la desescalada se ha vuelto asimétrica. Ya hay territorios, dependiendo de la fase en la que estén, con más libertad de circulación, con más acceso a una oferta comercial local, con la posibilidad de tomar una cerveza o un café en una terraza y hasta reuniones de familiares y amigos con cierta limitación del número de personas. Los que han llegado a la fase 2, ya pueden ir al cine, teatro o auditorio. Ya hay familias y grupos de amigos que empiezan a planificar vacaciones. Yo aún sigo confinado en una ciudad, Barcelona, la cual, a su vez, ha estado confinada en su territorio, la única ciudad de este país de países que quedó aislada de su entorno hasta el punto de que en determinadas líneas de metro, si te pasabas de parada estabas cometiendo una infracción. Suena kafkiano, pero son cosas de la política y la incontinencia del President de la Generalitat en su afán de marcar territorio en términos políticos. Parece ser que mañana lunes queda arreglado este disparate. 

Yo he conseguido pasar a la fase 1, previa escala en la 0,5, por aquello de, sí pero no. En fín, ayer salí por la tarde y viendo el ambientillo en la calle, terrazas y pequeño comercio que había por el barrio de Gracia, tuve la sensación que ya estábamos en la fase 50 y pico, lo digo por el comportamiento relajado en las medidas más básicas de seguridad de una parte de la gente, minoritario pero significativo. La memoria es frágil y, aunque hemos entrado en una etapa donde la circulación y la transmisión del virus es muy baja, todavía se sigue contagiando y falleciendo personas. Parece que no somos conscientes que una persona asintomática, portadora del virus, puede infectar a decenas de personas y, por tanto, volver a entrar en una dinámica de contagio exponencial. 

Dice Margarita del Val, la directora de la plataforma Salud Global del CSIC que reúne a 200 grupos de investigación alrededor de la pandemia, que la desescalada no es el final del túnel y que lo más seguro es que tengamos una segunda ola. Algunos se piensan que la luz que se ve en el túnel es la salida y no se dan cuentan que, a lo mejor, es un tren que viene de cara. No soy experto y únicamente opino, pero intento aplicar el sentido común y creo que hasta que no se disponga de vacunas y tratamientos específicos para este virus, los únicos medios de los que disponemos son el personal y los equipamientos sanitarios y, sobre todo, nuestra responsabilidad individual para evitar posibles contagios incorporando las medidas que están a nuestro alcance: higiene de manos, distancia física-social, evitar las aglomeraciones, etcétera. 

Para mí, esta es mi Nueva Normalidad (NN) y el lunes me desperté con la campaña publicitaria de que de esta salimos más fuerte. Es posible que, por el momento, como sociedad, a lo mejor somos más solidarios con nuestros semejantes, que hemos conseguido valorar como se merece a todas esas personas que han estado en la primera línea en la lucha contra la pandemia o haciendo más llevadero nuestro confinamiento durante estos dos últimos meses y, aunque deseo y espero que la empatía y el reconocimiento sea duradero, tengo mis dudas y creo que se esfumará con el retorno a la NN. Es que la memoria es frágil. 

¿Salimos más fuerte? Yo diría que la realidad se impone. Los fallecidos por el coronavirus son miles, las colas del hambre se han multiplicado en las ciudades, hay miles y miles de personas sin prestaciones económicas de ningún tipo y sin derechos reconocidos, la mayoría venían de la economía sumergida o del desempleo crónico. Mucho empleo precario, sobre todo en el sector de la hostelería, no tendrá trabajo en los próximos meses, perdiendo la temporada turística y lo que representaba, en términos de economía doméstica, poder aguantar el invierno. Todo apunta que el panorama para los próximos meses es sombrío, acentuándose en alguna parte de este país de países con el anuncio de Nissan de que cierra sus factorías en Cataluña con un impacto en más de 3.000 empleos directos y más de 20.000 indirectos. Otra de las columnas de nuestro modelo económico que se resquebraja. Primero fue la construcción en la gran crisis económica anterior, ahora el sector de la hostelería, restauración y turismo con la pandemia y, en la pospandemia, será el sector industrial más importante, el automóvil que representa el 10% del PIB, el 9% del empleo y el 18% de las exportaciones de este país de países. El caso de Nissan es un claro aviso de la crisis del sector del automóvil que se viene larvando desde hace un cierto tiempo y que se está agudizando con el parón económico del coronavirus.

En el sector de la salud pública, a pesar del gran esfuerzo de todo el personal sanitario y, al margen del coronavirus, las listas de esperas para intervenciones, tratamientos y pruebas diagnósticas ya habían alcanzado sus récords históricos a finales de 2019 en toda España, eso sí, con Cataluña, será por nuestro hecho diferencial, en el podio, tanto por el número de pacientes como por los días de espera en la lista. La cuestión es que, en el tiempo que llevamos de pandemia, se ha incrementado el número de pacientes en estas listas al priorizar la atención hacia el coronavirus. 

Bueno, no todo va ser negativo. Se ha aprobado el Ingreso Mínimo Garantizado que permitirá paliar hasta cierto punto la pobreza que se está manifestando. También, la Unión Europea está en la vía de abrir un Plan de Recuperación, el cual permitirá a los países más afectados, como Italia o España, poder recuperar la actividad económica. 

Eso sí, yo sí que estoy saliendo más fuerte. El jueves me comunicaron los resultados de las pruebas diagnósticas después de las sesiones de quimioterapia y, según mi oncólogo, el resultado ha sido espectacular y ahora solo queda rematar la jugada con algo de radioterapia. Lo único que puedo decir, es que, aunque en algún momento ha podido ser duro, pero soportable, por algunos de los efectos colaterales del tratamiento, me tomé las cosas con optimismo y, sobre todo, he estado acompañado por unos excelentes profesionales de la salud y por mis seres más queridos. Como decía la canción infantil sobre Willy Fog: 

“Cada mañana al despertar
simplemente hay que decir
que divertido es ser feliz.”

Dicen que Los niños con resiliencia infantil son muy positivos.




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